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Josephine Starrs, Julianne Pierce, Francesca da Rimini y Virginia Barratt, las VSN Matrix, firmemente decididas a investigar en qué medida la tecnología era el medio adecuado para derrocar el patriarcado y subvertir el orden del sistema capitalista, creador omnipotente de los roles sexuales y la construcción de género. Escrito su primer manifiesto con una poética de alto voltaje, ubicado en el ciberespacio convertido en laboratorio sexual y recinto de fusión entre el útero de la mujer y las redes de comunicación digitales, heraldo de la cibercultura que hace tambalear el universo fálico como símbolo de poder, resucitando temores ancestrales ante una feminización de la existencia. « Somos el coño moderno, la razón antipositiva, sin ataduras, sin límites, sin piedad. Percibimos y hacemos el arte con nuestro coño, creemos en la locura, lo sagrado, la poesía, somos el virus del nuevo desorden mundial, reventando lo simbólico desde dentro, saboteadoras del gran Papa unidad central de la computadora, el clítoris es una línea directa a la matriz. Somos el coño del futuro». (VSN Matrix, 1991, p.1). Fascina la utilización que hacen del lenguaje, revestido de fuerza y desinhibición en un circuito mágico, impúdico, sensual, orgiástico, desobediente, tecnológico, provocador, porno, salvaje, performativo, violento, en un ámbito lúdico, transgresor y activista, rescatando lo que se consideraba vergonzante como el porno o el erotismo y rompiendo esa separación que tanto conviene al capital entre mujeres decentes y putas, ruptura que facilita la escisión y disminuye su potencial como grupo. Su contenido artístico está inmerso en las práctica ciber, prefijo de la palabra cibernética, como símbolo del que gobierna la embarcación, en su significado griego y el movimiento liberador que reivindica los órganos sexuales femeninos, conocido como arte del coño en el periodo de los 70.«El Manifiesto de la Zorra Mutante» sigue ese desvarío artístico que destila ardor compulsión, valentía recurrente, infracción y mudanza de la piel de la cultura, refugiado en colmenas de óptimo rendimiento, plagadas de estratégicas celdas orientadas explorar quién manda y ordena en Internet y que acoge el ciborg de Haraway en una espiral de tensión orgiástica y una sexualidad subyugada por la tecnología, expresada en una percepción apocalípticamente bella. «Intentando escapar de lo binario en la cromozona que no es una XXYXXYXXYXXY heterofóllame, baby, la resistencia es inútil, engatúsame, machihémbrame, mapea mi genoma abandonado a imagen de tu proyecto, implícame artificialmente, quiero vivir eternamente. Cárgame en tu brillante, brillante futuro de PVC. Chúpame el Código. (…) La red es la niña salvaje perra-mutante partenogenética del gran Papá Mainframe». ( VSN Matrix, 1996, p.1). El activismo y tácticas guerrilleras del grupo servirá de apoyo a las teorías de Sadie Plant en sus fundamentos sobre el cyberfeminismo, directora del Centro for Research into Cibernética Culture de la Universidad de Warwich en Inglaterra, está considerada como una de las herederas directas del pensamiento de Haraway y una de las representantes del movimiento en Europa, es autora de «Ceros + unos: mujeres digitales + tecnocultura» publicación que trenza la historia, de la tecnología, el feminismo, y la cibercultura, busca al eslabón perdido en el trabajo de la creadora del primer programa informático, la matemática inglesa Ada Lovelace, como punto de partida para señalar que la mujer nunca ha sido ajena al desarrollo tecnológico, hilando toda una afiliación y cooperación cuando afirma que la tecnología es femenina, y contrarresta a los que divulgan la tecnofobia de lo femenino. La matrialización pasa por identificar a las mujeres con máquinas inteligentes, designándoles el 0 (la nada en el código binario) reemplazando al padre, al falo, al rey y a Dios, subrayando la importancia del vínculo ciber-fems y reiterando el papel esencial de la matriz como metáfora que retroalimenta y puede eliminar lo masculino, descartando al hombre histórico. En esta alocución hay que contemplar el razonamiento de la pensadora transexual Sandy Stone, que investiga los nuevos atributos del cuerpo en el ciberespacio y sostiene que la desigualdad entre los géneros se asienta en la dualidad de nuestra cultura, reflexión que nos obliga
Josephine Starrs, Julianne Pierce, Francesca da Rimini y Virginia Barratt, las VSN Matrix, firmemente decididas a investigar en qué medida la tecnología era el medio adecuado para derrocar el patriarcado y subvertir el orden del sistema capitalista, creador omnipotente de los roles sexuales y la construcción de género. Escrito su primer manifiesto con una poética de alto voltaje, ubicado en el ciberespacio convertido en laboratorio sexual y recinto de fusión entre el útero de la mujer y las redes de comunicación digitales, heraldo de la cibercultura que hace tambalear el universo fálico como símbolo de poder, resucitando temores ancestrales ante una feminización de la existencia. « Somos el coño moderno, la razón antipositiva, sin ataduras, sin límites, sin piedad. Percibimos y hacemos el arte con nuestro coño, creemos en la locura, lo sagrado, la poesía, somos el virus del nuevo desorden mundial, reventando lo simbólico desde dentro, saboteadoras del gran Papa unidad central de la computadora, el clítoris es una línea directa a la matriz. Somos el coño del futuro». (VSN Matrix, 1991, p.1). Fascina la utilización que hacen del lenguaje, revestido de fuerza y desinhibición en un circuito mágico, impúdico, sensual, orgiástico, desobediente, tecnológico, provocador, porno, salvaje, performativo, violento, en un ámbito lúdico, transgresor y activista, rescatando lo que se consideraba vergonzante como el porno o el erotismo y rompiendo esa separación que tanto conviene al capital entre mujeres decentes y putas, ruptura que facilita la escisión y disminuye su potencial como grupo. Su contenido artístico está inmerso en las práctica ciber, prefijo de la palabra cibernética, como símbolo del que gobierna la embarcación, en su significado griego y el movimiento liberador que reivindica los órganos sexuales femeninos, conocido como arte del coño en el periodo de los 70.«El Manifiesto de la Zorra Mutante» sigue ese desvarío artístico que destila ardor compulsión, valentía recurrente, infracción y mudanza de la piel de la cultura, refugiado en colmenas de óptimo rendimiento, plagadas de estratégicas celdas orientadas explorar quién manda y ordena en Internet y que acoge el ciborg de Haraway en una espiral de tensión orgiástica y una sexualidad subyugada por la tecnología, expresada en una percepción apocalípticamente bella. «Intentando escapar de lo binario en la cromozona que no es una XXYXXYXXYXXY heterofóllame, baby, la resistencia es inútil, engatúsame, machihémbrame, mapea mi genoma abandonado a imagen de tu proyecto, implícame artificialmente, quiero vivir eternamente. Cárgame en tu brillante, brillante futuro de PVC. Chúpame el Código. (…) La red es la niña salvaje perra-mutante partenogenética del gran Papá Mainframe». ( VSN Matrix, 1996, p.1). El activismo y tácticas guerrilleras del grupo servirá de apoyo a las teorías de Sadie Plant en sus fundamentos sobre el cyberfeminismo, directora del Centro for Research into Cibernética Culture de la Universidad de Warwich en Inglaterra, está considerada como una de las herederas directas del pensamiento de Haraway y una de las representantes del movimiento en Europa, es autora de «Ceros + unos: mujeres digitales + tecnocultura» publicación que trenza la historia, de la tecnología, el feminismo, y la cibercultura, busca al eslabón perdido en el trabajo de la creadora del primer programa informático, la matemática inglesa Ada Lovelace, como punto de partida para señalar que la mujer nunca ha sido ajena al desarrollo tecnológico, hilando toda una afiliación y cooperación cuando afirma que la tecnología es femenina, y contrarresta a los que divulgan la tecnofobia de lo femenino. La matrialización pasa por identificar a las mujeres con máquinas inteligentes, designándoles el 0 (la nada en el código binario) reemplazando al padre, al falo, al rey y a Dios, subrayando la importancia del vínculo ciber-fems y reiterando el papel esencial de la matriz como metáfora que retroalimenta y puede eliminar lo masculino, descartando al hombre histórico. En esta alocución hay que contemplar el razonamiento de la pensadora transexual Sandy Stone, que investiga los nuevos atributos del cuerpo en el ciberespacio y sostiene que la desigualdad entre los géneros se asienta en la dualidad de nuestra cultura, reflexión que nos oblig una vez más a una revisión profunda de los pilares de nuestra civilización.